Un Misterioso Suceso

Antes de referirnos al estudio d Bloeckeler, vale la pena que relatemos brevemente el extraño suceso. Ocurrió tres días antes del encuentro de Arnold: el 21 de junio de 1947. En ese día, un guarda costero de los Estados Unidos llamado Harold A. Dahl patrullaba en una lancha por aguas de la isla Maury, un islote deshabitado que se encuentra frente a la costa de Tacoma, en el estado de Washingtoniano. Se encontraba con el en la lancha su hijo, dos marineros y un perro. La mar se hallaba bastante encrestada. En un momento determinado Dahl levantó casualmente la vista y vio en el cielo, a unos seiscientos metros de altura, seis enormes objetos en forma de rosquillas. Dijo que tenían ventanas redondas en los bordes exteriores y también en torno al agujero central. Uno de estos aparatos ocupaba una posición central, rodeado por los otros cinco. Todos ellos descendían lentamente, como si el aparato central se hallase en apuros y los otros tratasen de ayudarle. 

Cuando el objeto central se encontraba a unos sesenta metros de la superficie del agua, con los otros cinco algo mas arriba, Dahl comprobó que eran muy grandes: calculó su diámetro e unos treinta metros. Entonces le parecieron una especie de globos. Uno de los cinco dejó la formación y se acercó al que a Dahl le parecía averiado, poniéndose en contacto con él. Entonces el patrón de la lancha guardacostas oyó un estampido sordo y de pronto una sustancia brotó por el centro de la nave en dificultades. Aparecía como si cayesen militares de periódicos sobre la p´laya y sobre la embarcación 

 

Cayeron del cielo veinte toneladas de material.

Aquella sustancia resulto ser un metal blanco ligerísimo, pero con el se produjo una lluvia de lo que a Dahl le parecieron rocas volcánicas. Estos pedruscos pesaban mucho y causaron daños en la caseta del timón, uno de ellos mato al perro y el hijo de Dahl sufrió una grave herida en un brazo. Todos los tripulantes en la lancha, después de embarrancarla en la playa, saltaron a tierra con el propósito de guarecerse al pie del acantilado, en un lugar donde no les alcanzase lo que caá de lo alto. Dahl calculó que cayeron como unas venite toneladas de material. La sobrecogedora lluvia cesó tan súbitamente como había comenzado, y las extrañas naves adoptaron su primitiva formación, con cinco de ellas rodeando a la central. De repente los seis objetos se elevaron en el cielo y desaparecieron sobre el mar hacia el oeste.

Dahl y sus compañeros regresaron entonces corriendo a la lancha, y tras desencallarla, volvieron al puerto. Después de llevar a su hijo al hospital para que lo atendiesen, Dahl se presentó ante Fred Chrisman, su superior. Cuando le relató el incidente, Chrisman le reprendió, tachándolo de visionario. No obstante, Dahl tenía pruebas físicas: los daños sufridos por la lancha y pedazos de rocas caídas del cielo.

Chrisman se puso furioso cuando se enteró de los daños que había sufrido la embarcación , y lo achacó a que Dahl sin duda se hizo a la mar estando borracho. Dahl había tomado cinco fotografías, con la cámara de la patrullera, de las naves en forma de rosquillas. Cuando a principios de julio se entrevistó con él, le pidió las fotos, pero Dahl no se las mostró diciéndole que si bien en la película se veían aquellas extrañas naves, los negativos estaban cubiertos de manchas semejantes a la que causaría un aparato de rayos X.

 

Interviene la información militares

A partir de aquí la historia se complica. Finalmente, Chrisman se convenció de la veracidad del suceso, a la vista de las pruebas que le aportó el subordinado. Entre ambos recogieron gran cantidad de fragmentos de “lava”. Al propio tiempo, Kenneth Arnold y un piloto amigo suyo de United Airlines al que contó la historia y que quiso participar en el caso, comprobaron que todo cuanto decían en su habitación del hotel llegaba al conocimiento del periodista Ted Morello, a través de un misterioso informante. Aparecen entonces en escena el teniente Brown y el capitán Davidson, de la información Militar. Estos se presentaron en Tacoma a bordo de un bombardero B-25, con la misión de averiguar que había ocurrido en la isla de Maury. Tras entrevistarse con Arnold, se llevaron un cajón lleno de fragmentos de roca que les aportó Chrisman. Veinte minutos después de despegar de Tacoma con el cajón a bordo, el B-25 se estrelló. Brown y Davidson perecieron en el accidente. Solo se salvaron un miembro de la tripulación y un pasajero, que se arrojaron en paracaídas por orden del teniente Brown, cuando este se apercibió de que el motor izquierdo se había incendiado. El avión se estrelló cerca de Kelso, en el estado de Washingtoniano. Parece ser que entre los restos del aparato siniestrado no se encontró la caja de los fragmentos de roca. Este es, resumido, el extraño incidente de la isla Maury, que tan trágicas secuelas tuvo. ¿Fue verdad? ¿Fue un fraude urdido por Dahl y Chrisman? Lo cierto es que estos fueron “silenciados”. Ambos desaparecieron de Tacoma y cuando, poco tiempo después, el investigador Harol T. Wilkins quiso dar con su paradero, le fue imposible localizarlos…

También es la primera vez que aparecen en escena los misteriosos “hombres de negro”, representados por el anónimo informante del periodista Morello, que parecía saber perfectamente todo cuanto rodeaba al extraño suceso.

 

La oleada de 1947

Con la perspectiva histórica que hoy poseemos, después de casi treinta y cinco años devigencia entre nosotros del fenómeno OVNI,una cosa se ha puesto de manifiesto: éste se

ajusta a unas pautas de comportamiento, no se produce al azar, sino que ofrece una una periodici-

dad, un ritmo cíclico. Esta periodicidad es generalmente bienal (de 26 meses para ser exactos), y consiste en una sucesión de «oleadas».

Podríamos definir una oleada como una concentración de observaciones en el tiempo y en el espacio. De 1950 a 1961, estas oleadas se registraron matemáticamente cada veintiséis meses, coincidiendo con las mínimas distancias u oposiciones del planeta Marte. Posteriormente, esta sincronicidad se ha mantenido,si bien algunas oleadas se han producido fuera de los períodos de oposición.

 

Las pesquisas de Ted Bloecher

Precisamente la primera gran oleada histórica moderna – la de 1947- es acíclica, o sea que no coincide con una oposición marciana. Hemos dicho ya que corresponde a Ted Bloecher el mérito de haberla «desenterrado». Durante muchos años, Bloecher recorrió a lo ancho y a lo largo, el inmenso territorio de la Unión, consultando colecciones de prensa local, entrevistando a testigos del año 1947 y efectuando una labor de recopilación de casos durante su recorrido de miles de kilómetros. Muchas observaciones, en efecto, habían quedado sepultadas en diarios locales, sin saltar a las grandes agencias como UPI o Associated Press. Por ello no habían transcendido fuera de un ambiente natural.

De esta manera Ted Bloecher logró reunir casi  un millar de casos bien documentados, centrados todos ellos en los meses de junio y julio de 1947. La “cresta» de esta oleada se centraba precisamente, en cuanto al numero de casos, a principios de julio, poco después de la observación de Kenneth Arnold. El estudio de Bloecher reivindicaba en cierto modo a Arnold – que incluso había llegado a ser tachado de falsario -, pues demostraba sin lugar a dudas que por lo menos un millar de compatriotas del piloto  civil habían visto lo mismo que este, ya que las declaraciones de los testigos eran muy concordantes, hablando casi siempre de aparatos elípticos o discoidales. La cifra de un millar de testigos sin duda es mínima y corresponde a la de los casos d¿que pudo localizar Bloecher, sin que esto quiera decir que no existieron muchas observaciones ej el curso de aquel verano de 1947. Sea como fuere, 1947 nos ofrece la primera gran oleada histórica contemporánea.

 

Oleada sobre Francia en 1954

Pocos años después se había de producir en Francia la famosa oleada de 1954, que aportó una riqueza de datos extraordinaria al estudio del fenómeno. Como la de 1950, descubierta en España por Antonio Ribera, coincidía con una oposición de Marte. Ribera empleó en España el mismo método de Bloecher en Norteamérica: el rastreo en la prensa atrasada, hasta que, centrado en los meses de marzo-abril de 1950, encontró un gran número de observaciones OVNI que habían pasado totalmente desapercibidas a los investigadores. Pero a su debido tiempo nos ocuparemos de las oleadas de 1950 y 1954.

 

Un objeto desconocido volaba hacia Fort Knox

Poco tiempo después de su constitución se produjo un trágico incidente -causado al parecer por un disco volante- que tuvo por resultado la pérdida de una vida humana. Vamos a relatarlo: 

A primeras horas de la tarde del 7 de enero de 1948, centenares de personas del estado de Kentucky vieron un objeto que definieron con «un helado de cucurucho con la parte superior roja>, que se dirigía lentamente y a baja altura hacia Fort Knox, zona de alta seguridad, pues allí se guardan las reservas de oro de los Estados Unidos, en cámaras subterráneas acorazadas y fuertemente protegidas. En las inmediaciones de Fort Knox está la base aérea de Godman, que mantiene constantemente en vuelo una escuadrilla de cazas interceptores.

Cuando en la torre de control de Godman se recibió aviso de que un objeto volante desconocido se dirigía hacía allí, el coronel Hix, jefe de la base, tomó sus prismáticos y vio que, efectivamente, un objeto volante no identificado se acercaba a la base. Hix se encontraba acompañado por diversos observadores militares y civiles. La torre de Godman ordenó a una escuadrilla de cuatro cazas «Mustang» F-51 de la Guardia Nacional, que entonces sobrevolaba la base, que investigase el fenómeno. Tres de los aviones se aproximaron al objeto, y uno de los pilotos comunicó por radio que era metálico y de «tremendo tamaño». Otro piloto lo describió diciendo que parecía “una lágrima gigantesca, y en ocasiones casi tan fluido como ésta».

 

«El objeto parece metálico y de gran tamaño>>

El jefe de la escuadrilla era el capitán Thomas F. Mantell, un veterano de la guerra en Europa, con muchos miles de horas de vuelo en su haber. Mantell se puso en contacto con la torre de Godman para informar que el objeto iba a la mitad de su velocidad y que lo tenía enfrente («por las doce»). Luego añadió: «<Me acerco para verlo bien. Lo tengo exactamente enfrente y sigue moviéndose a la mitad de mi velocidad, poco más o menos… Esa cosa parece metálica y tiene un tamaño tremendo.>>

En medio de una gran tensión, los controladores aéreos de Godman le oyeron decir después: «Ahora asciende y va hacia adelante a la misma velocidad que yo… o sea 360 millas por hora (580 km/h). Subiré hasta veinte mil pies (6.000 m), y si no consigo acercarme, abandonaré la caza.>>

Eran las 3,15 horas de la tarde. 

Este fue el último contacto por radio que estableció Mantell con la torre de Godman. Aquel mismo día, más tarde, su cadáver decapitado apareció entre los restos de su avión, que se había estrellado cerca de Fort Knox.

Cinco minutos después de que Mantell desa pareciera de la formación, los dos restantes aparatos tomaron tierra en Godman. Ambos pilotos dijeron que lo habían visto desaparecer entre las nubes, persiguiendo al OVNI. Pocos minutos después, uno de los aviadores volvió a elevarse para buscar a Mantell, llegando has ta 160 kilómetros de distancia por el sur y hasta los 33.000 pies (10.000 m) de altitud, sin encontrar nada.

 

¿Habían perseguido a un globo sonda?

Las autoridades acordonaron la zona del siniestro, sin permitir que los periodistas fotografiasen los restos del F-51. Se impidió a la familia hacerse cargo del cadáver, que fue enterrado por cuenta de la aviación. Circuló la versión de que Mantell -que no llevaba equipo de oxígeno en su avión -probablemente pereció a 20.000 pies por falta de oxígeno, y ya estaba muerto cuando su aparato se estrelló. Se trato de identificar al misterioso objeto con el planeta Venus, pero luego se comprobó que la posición de este astro no coincidía con la del OVNI, que por otra parte se describía como «un objeto gigantesco y metálico»>. Luego los técnicos del ATIC afirmaron que Mantell y sus compañeros habían «perseguido» a un globo sonda meteorológico lanzado por el «Proyecto Skyhook», que era un secreto militar en 1948. La armada norteamericana había creado un gigantesco globo capaz de ascender hasta 70.000 pies (21.000 m) de altitud, para recoger información sobre la alta atmósfera. El gigantesco globo tenía forma de pera cerca de tierra, pero se convertía en una esfera de treinta metros de diámetro cuando estaba a gran altura. Algunos ufólotos entre ellos Jacques Vallée- aceptan la explicación del globo «Skyhook», pero el aparato perseguido por Mantell y su escua drilla parecía estar «inteligentemente dirigido».

La noticia de la muerte del joven piloto se filtró a los medios de información, y al día siguiente era publicada bajo grandes titulares en todos los periódicos de los Estados Unidos. La prensa «amarilla» hizo su agosto con la noticia, llegando a presentar el incidente como un episodio de una «guerra interplanetaria»: El avión de Mantell desintegrado por el «rayo de la muerte» de los marcianos. Éste fue uno de los titulares con que lista del país la prensa sensacionalistas del pais obsequió a sus lectores.

 

El efecto “EM”

El episodio Mantell ha servido también a muchos autores, amigos de presentar a los «extraterrestres» como hostiles, de «prueba» de estas intenciones malévolas respecto a la especie humana. Suponiendo que lo que perseguía Mantell no fuese un globo sonda meteorológico, sino efectivamente una «nave extraterrestre», entonces existe una explicación perfectamente lógica para el accidente, sin apelar a supuestas intenciones hostiles por parte del OVNI.

Existe una casuística muy rica de apagones de faros y paros del motor en automóviles que circulan de noche, generalmente por carreteras solitarias, y que después del apagón constatan la presencia de un OVNI rojizo posado en el suelo a poca distancia. Estos casos son otros tantos ejemplos del «Efecto EM», o Efecto Electromagnético producido por el campo de fuerza que rodea al objeto, sobre cualquier tipo de aparato eléctrico, colapsándolo. El F-51 que pilotaba Mantell era un avión de caza a hélice; una detención brusca del motor volando a casi seiscientos kilómetros por hora pudo provocar un picado seguido de una caída en barrena, sin que Mantell consiguiera hacerse con los mandos. 

Tenemos que dejar el «caso Mantell»>, pues, en incógnita. No deja de ser sospechoso, sin embargo, el velo de secreto con que las autoridades militares rodearon estos hechos, uno de los primeros «clásicos» en la historia moderna de los OVNIS.

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